La arquitectura religiosa es un bien de interés cultural, en el cual yace nada menos que parte de nuestra identidad. De allí la necesidad de crear un respeto y conciencia acerca de la misma. Para el hombre de mundo actual, siempre en busca de la novedad, el edificio de la iglesia debe representar la inmutabilidad, lo que permanece. El agitado, agotado y no pocas veces deprimido hombre moderno tiene necesidad del ámbito sagrado como del aire para respirar, aunque él muchas veces lamentablemente no lo sepa.
La simplicidad de los volúmenes es la fortaleza de nuestra propuesta. Formas primarias, distribución clara y adaptada sin rodeos a la finalidad perseguida, materiales regionales empleados con propiedad, aprovechando al máximo la expresión de la materia en su estado prístino, como recién salida de las manos del Creador. Decoración de fácil interpretación, con un fin más pedagógico que estético, es decir sin descartar éste, pero sin caer en el esteticismo que opaca lo netamente simbólico.