Desde el cielo la proporción áurea define el todo y cada uno de los encuentros formales de las partes. Dos domos menores para el sector íntimo y uno para lo social. Esta particular vivienda está conformada por formas cupuladas a las que, como gesto de atención y vínculo con la cordillera cercana, hemos inclinado suavemente para generar ventanales horizontales de dinteles curvos que relacionan muy amablemente el cálido interior con el paisaje que lo envuelve.
La mutante paleta de colores del cielo se mete literalmente en cada espacio curvo y tiñe los materiales nobles que lo limitan.
Todo el circuito interior y cada uno de sus rincones, divierten al usuario y lo enamoran paso a paso.
Los techos que enlazan a los domos son parte del recorrido caminable y en el punto más alto una terraza detiene al espectador asombrado por el esplendor del conjunto y las amistosas relaciones con su entorno. Río, aire, fuego, montaña y desierto ya son los protagonistas principales.
Desde el barranco al sureste tres muros protegen al conjunto de los vientos predominantes y brindan privacidad a los actores del interior. Desde el frente del terreno apenas se asoman tres cabezas sospechosas de la volumetría que curiosea e investiga el privilegiado oeste mendocino. La vida allí es todo menos monótona.