Cuando pensamos en los cerros que se hallan en la Cordillera de los Andes, pensamos en grandes masas esculpidas por la naturaleza y el tiempo, en custodios de la ciudad y los habitantes de sus tierras; habitantes que, como seres humanos, primero habitamos las cavernas. De esta misma manera, este refugio emerge de la tierra como escultura y caverna, como montaña y refugio. Sus formas se asemejan a esas morfologías primigenias que nos acompañan día a día en el horizonte andino y es acompañado por volúmenes puros que se desprenden de él buscando las mejores vistas, en relación con las múltiples bellezas que nos ofrece el paisaje…